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» “El Profesor y la Universidad”: Manuel Gil Antón

Tepic, Nayarit, 4 de marzo de 2009

foto“Si queremos medir lo que es valioso (en la educación superior), vamos a terminar valorando sólo lo que es medible”, con esta frase inició su conferencia Manuel Gil Antón, catedrático de la Universidad Metropolitana, quien visitó la Máxima Casa de Estudios Nayarita como invitado del Diplomado Sociedad y Región, La Universidad del siglo XXI: Transformaciones, rupturas y continuidades.

La política que se ha seguido con respecto a la educación superior, la comparó con el hecho de que los agricultores golpeen los aguacates para venderlos como maduros, expresó que a los profesores las exigencias del sistema no le permiten madurar, sino que al contrario los apalea para que parezcamos una Universidad que no somos y descuidemos la Universidad que si podemos ser.

El doctor Manuel Gil Antón es licenciado en Filosofía por la Universidad Iberoamericana (México, 1982), maestro en Ciencias Sociales/Sociología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (1986) y doctor en Ciencias, con especialidad en Metodología y Teoría de la Ciencia por el Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (México, 1995). Es docente e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, así como del Colegio de México en el Centro de Estudios sociológicos. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias.

Cito a Luís Porter, con su libro “Universidad de Papel”, expresó que la Universidad real es otra cosa. Hizo un breve recuento histórico de las políticas en la educación: hasta 1982 el profesorado es bien pagado, pero en adelante caen los salarios hasta un 60 por ciento, así mismo el presupuesto para la educación; con ello el sistema colapsó. En 1989 las autoridades se resignaron porque no podía despedir a los que no trabajaran (etapa de la deshomologación de los ingresos), y viendo que había funcionado el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), en vez de corregir se vivió la impunidad, se desarrollaron los programas de beca y se les obligó a demostrar que trabajan a través de constancias y certificados.

Sin embargo, “no hay evidencia alguna, todavía, de parte de las autoridades, que correlacione el incremento en la formación de los profesores con: un mayor compromiso en el aprendizaje de y con sus estudiantes; mejor calidad en la investigación –aunque, es obvio, la cantidad de publicaciones es incomparable ahora, así como quienes han obtenido el doctor-”.

Más allá de la simulación, dijo, se han transformado en gesticulador –haciendo trabajo de Rodolfo Usigli con El Gesticulador-,  así se refirió al hacer una crítica sobre los programas de doctorados que por alcanzar los requisitos para estar dentro del padrón de excelencia del CONACYT, hacen accesible la obtención del grado.

“¿En qué proporción, “ese cambio favorable” en el sistema educativo, -que anuncia la SEP-, ha sido en efecto un proceso de transformación de las capacidades cognitivas de los docentes?, ¿En qué medida todos estos “avances” en los indicadores de los académicos han hecho que sea mejor la docencia, han hecho que sea mayor nuestro compromiso con los estudiantes?. Los indicadores a la alza son directamente proporcionales a nuestro abandono de la docencia, del estudio, de la reflexión y de lectura. Hoy tenemos que, para sobrevivir, escribir más que leer, y cuando esto sucede, estamos perdidos”.

Concluyó con otras preguntas reflexivas: En medio de esta confusión, de todo este proceso mixto entre logros, simulaciones y gesticulaciones, ¿Dónde hemos estado los académicos?, ¿Dónde esta una asociación de académicos que diga: ¡basta!? ¿Dónde estamos nosotros diciendo a nuestra institución: reconozcan lo valioso no sólo lo político? ¿Dónde esta la rebelión de un gremio que dice pensar? Creo que tengo la respuesta, subrayó, haciendo “puntos”.

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